Llamas y me hundes el corazón en cada lago del amor,
cada timbrada un sentir mas apropiado,
hasta el borde de la luna
en que me agarro de tus sueños,
de tus planes, de tu vida,
de tu cuerpo pleno y sin fronteras de colores,
botones, cierres.
Luego te habito, y cantas el inevitable suspiro del amor,
y cabalgas sobre mi tiempo
con tu maestría de ángel, de ángel y princesa,
sin bellas que te alcancen en el momento de mi vida, mi corazón.
Dejas luego el destello de tu pasión
en caricias rusticas que agitan la luna entera
y me devuelven a algo divino,
fuera de cuerpos y sus provocativas dimensiones (a los sentidos)
que pocas veces nos llevan al amor.